¿De dónde salen estos terroristas yihadistas?

Ahora resulta que lo del autobús del equipo de fútbol del  Borussia no era terrorismo yihadista, que sólo era un listo con otras pretensiones. ¡Hay que ver cuánto listo anda suelto! ¡Y cuánto manso sin enterarse! Y digo esto porque ha coincidido con el atentado del jueves 20, a pocos días de las elecciones presidenciales, en los Campos Elíseos de París, con el resultado de  un policía asesinado -Xavier Jugelé-  y dos policías más heridos. Y que ahora me obliga a escribir sobre terroristas yihadistas.

En los Campos Elíseos, en el metro, en un autobús, en la redacción de un periódico, en una discoteca, un restaurante o en un supermercado… abandonen toda esperanza, no hay lugar donde  descansar ni poder esconderse, porque el terror, como la estupidez o la cobardía, no conoce fronteras.

¿Y éstos quiénes son? ¿De dónde salen estos terroristas yihadistas? En realidad, siempre han estado con nosotros. En este caso, la selección natural ha fallado, porque la evolución humana los ha mantenido. Si buceamos en el lado más oscuro de la mente humana, allí los encontraremos. En su historia clínica, estos descerebrados mentales superan los límites del conocimiento de la psiquiatría, y que, desde un punto de vista médico, me temo que son intratables e irrecuperables.

Algunos están casados y bajo la apariencia de respetables padres de familia se escoden ratas, pero ratas de las cloacas más profundas.  Otros solteros, con una vida convencional, y con unas  aparentes inquietudes mundanas que un buen día deciden dejarlo todo y echarse al monte. Los hay de allí, del cuerno de África, pero también de aquí, de los nuestros,  de la vieja  Europa, y por haber, puede que hasta en su propio portal.

Un porcentaje  tienen antecedentes policiales, pero otros debutan en el infierno del terrorismo, aplastando con las ruedas de un camión al niño, que en un carrito,  pasea una madre. A veces, con un cuchillo, da igual que sea de Albacete o de la China popular,  le cortan el gaznate al prójimo que suele ser el más próximo. Ayer fue con un con un fusil militar de esos que ahora están de saldo en Internet. Otros días con explosivos, a los que le adoban toda clase de metralla para que no queden dudas de sus intenciones. Pero otras no han necesitado nada , solo su voluntad de matar y una violencia que no conoce fronteras ni físicas ni morales.

Si alguien piensa que esto va contra policías, militares u otros representantes o servidores públicos, se equivoca,  y nos estamos equivocando, porque podemos ser cualquier hijo de vecino. Sólo conviene y se debe recordar los atentando de Madrid de 2004, que tenían como objetivo gente honrada, humilde y trabajadora, que después de madrugar, se dirigía a trabajar, a ganarse el pan  en trenes de cercanías.

Pensábamos,  ¡mira que somos ilusos!,  que la peste ya estaba controlada, y ahora cada día nos despachamos con  un nuevo zarpazo de esta nueva plaga. Plaga a la que está costando demasiada  sangre  poder identificar, tratar y erradicar,  frente a la que  después del espasmo emocional, nos estabilizamos en un pasotismo enfermizo, después de  administrarnos  “¡Qué barbaridad!”,  “¡Qué barbaridad!”.

En otra ocasión, y siempre en la idea formativa e informativa,  trataremos el enfoque, que desde las Instituciones se le da a esta nueva pandemia. Ya adelantamos que en Europa, un reciente organismo contra-terrorista, tiene al frente un Guardia Civil. Todo nuestro apoyo y mucha suerte mi Coronel, sin duda la va a necesitar.

Y para acabar y lo más importante,  la verdad de  lo que queda de todo esto, son las víctimas. Las victimas y el dolor crónico e intratable que deja en sus familiares.

Rafael Castro Torres.

Licenciado en Criminología.TEDAX-GC
Secretario PRL AUGC Málaga.

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