
Moisés Peñalver / Madrid
Se acabó. El macrojuicio del Procés ya sólo existirá en los libros de historia. «Visto para sentencia», acaba de decir el presidente Marchena. Aquella mañana de febrero fui ilusionado a vivir un trozo de la historia y por eso no me importó tener que saltar varios controles policiales repartidos por diferentes esquinas hasta llegar a una puertecita por donde se entraba al gran edificio del Tribunal Supremo. Creo que mi carnet de periodista está desgastado de meterlo y sacarlo tantas veces en los dos días que paseé por allí. Una curiosa paradoja: se entraba por una pequeña puerta lateral para llegar hasta la más grande de las salas de vistas del país. También me sorprendió que mujeres de avanzada edad paseasen con su perrito por aquella zona ocupada por la Policía como Pedro por su casa, mientras los «visitantes» íbamos controlados como guantanameros.
Me emocioné cuando entré a la sala. No sólo por ver a los presos, aquellas caras que hacía meses o años que sólo las conocíamos por fotos de archivo, sino por la solemnidad del lugar. Alguna vez dije jocoso que no hacía falta que llevasen peluca, como los jueces anglosajones, porque el entorno ya era una buena «peluca».
Este es un artículo de opinión y como tal, diré lo que siento, sin temor a la crítica, que la hay diga lo que diga porque los dos bandos siguen activos en las trincheras. Esperaba menos de las defensas, la verdad. Pero los tres primeros informes me parecieron valientes y sin ese lenguaje enrevesado que utilizan los juristas. Es decir, que lo entendía todo el mundo. De eso se trata de que se entienda en todo el mundo, especialmente en Estrasburgo. Van del Eynde es divertido por su seriedad. Fue contundente y creo que se desahogó a gusto. Melero y Pina dieron una buena lección de toreo con sus «fuertes-flojos» a la fiscalía. Brillante en la acusación, pero mentirosos, venía a decir.
Las últimas palabras de los procesados daban miedo. Ya saben que aquello que dicen que cinco minutos de acaloramiento pueden dar al traste con una estrategia de defensa construida durante dos años. Pero salió bien. Emoción, lecciones de democracia, lecciones de Junqueras, tirones de orejas, resignación, orgullo de país… hubo de todo en esas palabras. Repasemos un poco:
Junqueras: Cualquier político, como cualquier persona comete errores, pero siempre he evitado esa política, esa mala política que niega el diálogo, la negociación y el acuerdo. Y que entiendo que les ha traspasado a ustedes la responsabilidad de dictar sentencia. Creo sinceramente que lo mejor para todos, para Cataluña, para España, para Europa, para todos… sería devolver la cuestión al terreno de la política, de la buena política, de donde nunca debería haber salido.
Turull: El 1-O no había masas, ni murallas humanas ni resistencia activa.
Mundó: Trasladar los temas políticos a los tribunales hacen un flaco favor a la política y en nada ayuda a la justicia.
Borràs: Tendrían que tener en cuenta que vendrán nuevos políticos y que el anhelo de decidir el futuro continuará.
Vila: En ningún sitio estaba escrito que el procés acabaría como el 27 de octubre
Forcadell: Estoy siendo juzgada por mi trayectoria política y no por los hechos
Bassa: Las generaciones que vienen dependen de la sentencia, puede ser el principio de una solución para mucha gente
Sànchez: El tribunal tiene la responsabilidad de no agravar la crisis política»
Rull: Los débiles imponen, mientras que los fuertes pactan. No hay suficientes cárceles para encerrar el anhelo y la libertad de un pueblo.
Forn: Si hoy estamos aqui es por el fracaso de la política y como castigo por el desafío político que fue el referéndum
Cuixart: Tenemos el derecho de seguir protestando. De este juicio depende la calidad democrática del Estado.
Bien, señores, esto se ha acabado. Supongo que esa cafetería de la calle Génova donde todos almorzaban (almorzábamos) perderá mucha facturación, pero espero que aumente sus resultados otro establecimiento. Se llama democracia.